A los trece años me acerqué a la guitarra y a los instrumentos de percusión. Compongo a partir de imágenes que me vienen a la cabeza. Intento respetar estos impulsos naturales que generan movimiento y escuchar los mensajes que recibo desde mis necesidades más personales e internas.

La música siempre ocupó un lugar prioritario en mi vida. Siempre había música de fondo, todos los días y con volumen alto. Nunca tuve una particular afinidad por un género puntual. En la casa de mis viejos se escuchaba todo. Artistas uruguayos, candombe, tango, folclore de Uruguay y de Argentina, sonaba música caribeña y también música celta. Con el correr de los años, fui desarrollando interés por los sonidos eléctricos y sintéticos.

En la música encuentro un refugio. A través de ella, intento expresar lo que siento, lo que quiero, lo que creo y, en definitiva, lo que no puedo decir sólo con palabras. Busco los sonidos que representan al movimiento, al fuego, a lo repetitivo, a lo explosivo y a lo cambiante.